Con un resfriado consecuencia del romanticismo comienzo la lectura del recién publicado poemario doble de Cesc Fortuny i Fabré y Andreu Navarra Ordoño, titulado respectivamente La misteriosa canción de la sangre y Canciones del Bloque, con intención de calmarme un poco y apaciguar la congestión.
Me equivoqué de libro.
Apenas comienza Cesc Fortuny a cantar "No hay medicación para soportar la existencia" sube mi delirio febril, y continúa subiendo mientras recorro "El camino suicida a la ciudad de los artistas" y cuando coincido con el autor en que "A la gente hay que recordarle con más frecuencia que son seres humanos".Admirador confeso de Leopoldo María Panero, Fortuny no se queda en mero imitador y se adentra en sus propias catacumbas, sacando de ellas versos caóticos e imágenes sin sentido aparente: depende de cómo tenga el lector de abiertas sus puertas de la percepción. Porque, cercana al surrealismo, la poesía de Cesc nace del inconsciente, y de ahí llega a una locura lúcida en su transmisión de sentencias, tales como "Todos los niños quieren un beso y un tiro en la nuca / (...) / para viajar al centro del ano de Dios" o "No puedo verme soñar, porque no se puede / tocar el piano igual que se respira".
La muerte, los niños y la existencia de Dios son los temas que obsesionan a Cesc Fortuny, dando como resultado una "poesía del desasosiego" que nos exige un esfuerzo de interpretación personal y nos hace ver que allá detrás hay algo más, menos accesible pero (ya sea hermoso o deleznable) más enriquecedor, y probablemente más real.
Mi fiebre no mejora cuando, en el ecuador del libro, cambia el poeta firmante y empiezan las Canciones del Bloque de Andreu Navarra.
Con un estilo totalmente distinto, cargado de versos-sintagma, Andreu nos ofrece su forma de ver temas como el Invierno ("Abedules oxidados", "Chubascos hirientes contra la persiana"), la Ideología ("el coito que no sacia / al animal sin fauces") o la Política ("La cordialidad es el traje bufo del poema").
Consciente de su lugar en el mundo y de que estamos aquí por tiempo limitado, Navarra abre y cierra sus páginas con dos poemas comparativos entre la Madurez y la Muerte. También hace un breve pero bonito canto a la soledad que termina diciendo "Yo también me romperé", y alcanza una peculiar musicalidad en tres extensos poemas, Palabras a la Nada, Palabras a Cioran y Palabras a Kant, en los que declara "escribo para mí / no soy más que una pequeña nada / yo escribo para la nada/ mientras hacia la nada me conducen hoy / con mano ajena / tan palpable como irreal / pues me escribo para recordar: /nunca me pertenezco".
Buscador constante, Andreu Navarra no deja de hacerse preguntas a las que él mismo da respuesta, llegando a conclusiones como que "detruyendo el destruir me desaolojo" o "Soy mi propia enfermedad. / Sano cuando tú me anulas".
Con una certera descripción del hombre titulada "El bloque" finaliza este libro, este doble poemario de dos autores que, si bien no me quitaron el catarro, me dieron un buen puñado de canciones para reflexionar.
*La misteriosa canción de la sangre de Cesc Fortuny i Fabré & Canciones del Bloque de Andreu Navarra Ordoño, 80 págs., nº 13 de la Colección Harmatán, Paralelo Sur Ediciones, 2010.
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