lunes, 12 de octubre de 2009

Dos personas para una conclusión (III)

Cien cineastas en una ciénaga se cercioran de que sus vidas serán certeramente cercenadas muy cerca de los cines Ideal rememorando películas de Arrabal por lo que deciden huir como caballos locos y comerse unos cocos que les iluminan el coco como si fuera un foco de placer surrealista donde los cocos son conas y las conas caen de las palmeras acertando con certeza encima de sus cabezas provocándoles unas migrañas que les doblarán las entrañas hasta que se dejen de patrañas y encuentren en los cementerios de automóviles los corazones de los infrahumanos, desechados, preparados para incinerarlos. Y AL FIN POR FIN MORIR Y DEJAR DE DEFECAR IMÁGENES. Imágenes defecadas que me recuerdan al rostro de los intocables, los reyes que pierden sus coronas en clubs y bares para llevarse a la chica haciéndose los humildes, y la chica, anonadada ante su sencillez, acepta encantada una cita normal aunque en el fondo sabe que será una más como las demás y que la usarán una vez más y luego la tirarán, eso sí, al contenedor de reciclaje, porque en la humilde sencillez de ellos entra el respeto por el medio ambiente, mientras el otro medio ambiente media entre el miedo y el amor al arte, distante de reales decretos, de familias de excrementos, de familias de excrementos reales, de familias reales de excrementos, de excrementos como familias reales, impuestas por decreto, el decreto que media entre el miedo al arte y el amor al mismo medio: la libertad.

Fdo.:P&D

*Dos personas para una conclusión (I)
Dos personas para una conclusión (II)

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