jueves, 30 de octubre de 2008

Rodaje y cartel de "La llegada"


Hoy volvimos con los cuadros. Nuestra maravillosa amiga MariÁngeles nos volvió a ceder su casa para rodar
otro corto de los nuestros. Se titula "La llegada" y está protagonizado de nuevo por nuestro Lon Chaney particular, Agapito Gómez. Participaron también en el rodaje Jose Manuel Castillo y Alicia Téllez pero... no puedo decir nada más todavía.
Próximamente lo podréis ver aquí, de momento... un cartelito.

martes, 21 de octubre de 2008

"MariAngeles" e "Iago"

"MariAngeles"

MariAngeles, Evita y Lolita,
lo evita y lo edita.
Soltera, hija de militar,
manolita.

Segunda juventud
rodeada de buñuelos,
escapa de la senectud
con amigos galegos.

Mascletá alicantina,
hospitalaria arrepentida.
Fumadora pasiva,
sexualmente activa.

- Iago Morais y David Francisco

-----------------------------

"Iago"


Oye Iago,
me subyugas con tu verbo.

Capitalista republicano,
no eres culpable de tu pasado.

Teledependiente sonriente,
nos preguntamos si hay algo en tu mente.

Futbolero españolito,
te autoproclamas principito.

Bohemio de manual añoras sentimientos de verdad,
pero yerras en la búsqueda de tu propia identidad.

Aunque no onanices de cultura,
eres fuente de dulzura.

Un enorme corazón
con pasión por la sinrazón.

Como tú no hay otro igual
(ni lo soportaría el mundo arzobispal).


Hasta el cipote de chapapote.

- MariAngles Cuéllar y David Francisco

-----------------------------

EDITO:
La trilogía se cierra aquí con el que me dedican ellos dos a mí. Es una sensación curiosa esto de verse reflejado por otros :P

Hoy hablamos de... Bela Lugosi (y 2)

Continuamos con el irrepetible Bela Lugosi. Ayer vimos su ascenso al estrellato, y cómo rápidamente se vio eclipsado por Karloff.
A finales de los 30 su situación económica era muy delicada. Aparecer en la película “Ninotchka” (protagonizada por Greta Garbo), aunque fuera en un papel secundario, hizo creer a Bela que volvería a la fama, pero no fue así. Siguió participando en películas menores como “Los ojos misteriosos de Londres” o “El murciélago diabólico” entre otras.

A principios de los 40 se preparaba el rodaje de “El Hombre Lobo” y Bela se ofreció a protagonizarla, pero fue rechazado. En su lugar estaría el hijo del mítico Lon Chaney, un joven e inexperto Lon Chaney Jr., aunque se defendió bastante bien en el papel protagonista. A cambio a Bela le dieron un rol secundario, Bela el Zíngaro, el gitano desencadenante de la trama.
Al año siguiente volvió a ser Ygor el sirviente en “El Fantasma de Frankenstein”, con Lon Chaney Jr. haciendo de Monstruo en lugar de Karloff.

Aparte de su frágil situación económica, la salud de Bela comenzaba a empeorar, además de arrastrar dolores desde la Primera Guerra Mundial que con la edad se incrementaron. Poco a poco se fue haciendo adicto a los calmantes, en especial a la morfina.
Y en 1943, al borde de la ruina, tuvo que tragarse sus palabras de doce años atrás y aceptar el papel de Monstruo de Frankenstein. En esta nueva entrega, “Frankenstein y el Hombre Lobo” (de nuevo por Chaney Jr.), el Monstruo aparece ciego, con un cerebro tarado, y el poco diálogo que tenía se eliminó en el montaje final, quedando así un Monstruo que solo daba tumbos y balbuceaba. Estas modificaciones se hicieron sin permiso de Lugosi, y finalmente la película muestra una actuación ridícula por la que Bela recibió muchas burlas y críticas. Esa humillación le relegó ya casi al olvido.

Enfermo y con un niño que criar, tenía que aceptar cualquier papel que le ofrecieran, y en esos años interpreta, entre otras, “The Ape Man”, “El Retorno del Vampiro”, “Zombies on Broadway” o la bastante ridícula “La Casa Encantada”, protagonizada por los East Side Kids, un famoso grupo de chicos humoristas de la época y en la que Ava Gardner y Bela Lugosi tenían papeles meramente secundarios.
En 1945 resurge levemente con su última colaboración con Karloff, la magnífica “El Ladrón de Cadáveres”, a pesar de que otra vez el papel de Bela tenía menos peso que el de Boris.
Dos años después protagoniza “Miedo a la Muerte”, su primera y única película en color. Y en 1948 repite el papel de Drácula en el cine en “Abbott y Costello contra los fantasmas”, película en la que los dos humoristas se lucían mofándose de varios monstruos.

A finales de los años 40 y principios de los 50 los gustos del público cambiaron, el terror y los monstruos dejaron de estar de moda, y ahora lo que se llevaba era la ciencia ficción: los viajes espaciales, las invasiones alienígenas y las amenazas nucleares. Lugosi, olvidado, enfermo y a punto de la quiebra no se supo adaptar al cambio, por lo que sus apariciones cinematográficas fueron cada vez más esporádicas.
Sobrevivió un tiempo haciendo actuaciones en vivo en cines subterráneos de Nueva York, donde actuaba sin guión ni argumento ni nada, a pura improvisación, haciendo de científico loco con un gorila como ayudante. Los niños y jóvenes que iban al “espectáculo” no sabían quién era ese ridículo viejo y se pasaban la función tirándole cosas y gritándole insultos.

En 1953 se divorció de Lillian Arch, su tercera esposa, madre de su único hijo y con la que llevaba casado desde hacía 20 años, quedando así solo, arruinado y enfermo.
Ya no actuaba, había sido olvidado, y vivía recluido en su casa volviéndose loco, adicto a la morfina y durmiendo en un ataúd, creyéndose el verdadero Conde Drácula, demencia provocada por tantos años representándolo en teatro y cine.
Y fue en ese momento cuando apareció Ed Wood en su vida.

Edward D. Wood Jr. era un aspirante a director de cine, que tenía grandes ideas pero ningún medio para llevarlas a cabo. No consiguió financiación para hacer una película hasta que escribió un guión muy impactante para la época: la historia de un hombre al que le gustaba vestirse de mujer y sus problemas con su familia y la sociedad. Aún así necesitaba un buen reclamo para poder venderlo, y al conocer a Lugosi (del que era un gran fan desde niño) le propuso un pequeño papel de narrador en la película. Bela aceptó y así volvió al mundo del cine con “Glen o Glenda”.
Esta película era bastante autobiográfica, Ed Wood era travesti (al principio en la intimidad de su hogar, y llegando después a salir a la calle con la ropa de su esposa) y ante la falta de personal y para hacerla más creíble la protagonizó él mismo. El resultado es un film extraño pero original y con un encanto especial, e independientemente de su calidad sirvió para crear una amistad entre Wood y Lugosi.
El director, entusiasmado de trabajar con su gran ídolo, comenzó a proponer ideas y a escribir futuros guiones, transmitiéndole su entusiasmo a Bela, que volvió a tener ilusión por vivir y por trabajar.
Para la siguiente película, “The Bride of the Monster”, Lugosi ya tuvo el papel protagonista, un científico loco que planeaba crear una raza de superhombres con los que conquistar el mundo. Al igual que “Glen o Glenda”, esta película se rodó con muy pocos medios y con decorados y efectos especiales ridículos, pero tiene un momento imprescindible, un pequeño monólogo muy emotivo de Bela en el que su personaje (¿o él mismo?) reflexiona sobre el sentido de su vida, su situación y su soledad. Coño es que... es digno de ponerlo, ahí va:



Transcripción: “Home? I have no home. Hunted! Despised! Living like an animal! The jungle is my home. But I will show the world that I can be its master. I will perfect my own race of people, a race of atomic supermen, which will conquer the world!".

Después de rodar “The Bride of the Monster” Bela Lugosi estaba más eufórico que nunca, así que decidió internarse voluntariamente en una clínica de Los Ángeles para conseguir dejar la morfina. La rehabilitación tuvo mucha publicidad y Bela empezó a recibir cartas de apoyo de sus admiradores, en especial de una mujer llamada Hope Linniger que le escribía diariamente. Cuando finalmente salió del hospital ya rehabilitado buscó a esta mujer y se casó con ella, siendo su quinta y última esposa.
Tras su desintoxicación la carrera de Lugosi tuvo un último empujón, volviendo a los grandes estudios para actuar en “The Black Sleep” junto a Basil Rathbone, Lon Chaney Jr. y John Carradine. Pero no se olvidó de su amigo Ed Wood y comenzaron a preparar su siguiente película juntos, volver a un gran estudio había sido un poco amargo para Bela, allí lo querían tener todo atado y controlado mientras que grabando con Wood se sentía libre y se divertía. Rodaron unas pequeñas tomas para lo que sería “Plan 9 from Outer Space”, pero Bela no llegó a completar el rodaje ya que unos días después, el 16 de agosto de 1956, fallecía de un ataque al corazón a los 73 años.

A petición suya, su cadáver fue velado con el traje y la capa de Drácula. El funeral fue discreto, apenas asistieron su familia y unos pocos amigos y compañeros. Se dice que Boris Karloff llegó a pronunciar unas breves pero afectivas palabras, y circula otra graciosa leyenda que cuenta que, al ver el cuerpo sin vida, Peter Lorre le dijo a Vincent Price: “¿Y si le clavamos una estaca en el corazón, por si acaso?”, aunque según otras fuentes ni Lorre ni Price asistieron al funeral.

Algunos hablan de su presunta rivalidad con Boris Karloff, pero también parece ser que al menos durante un tiempo sí fueron buenos amigos.

Y a pesar de que Karloff tuvo más suerte y la oportunidad de actuar en mejores películas, lo cierto es que Bela demostró ser capaz de transmitir y expresar mucho más. Boris tenía el camino más fácil, mientras que Lugosi bailaba siempre entre el éxito, el fracaso y la bancarrota, lo que le obligaba a poner más empeño y fueza a sus actuaciones. Por muy mala que fuera la película él mantenía su profesionalidad y su pasión por su trabajo, alcanzando así, al igual que su querido Drácula, la inmortalidad.

lunes, 20 de octubre de 2008

Hoy hablamos de... Bela Lugosi (1)

El homenaje de hoy es muy especial, tanto como lo era él: Bela Lugosi.

Bela Lugosi fue uno de los mejores actores de la primera mitad del siglo XX, pero alcanzar el éxito demasiado pronto con su interpretación del Conde Drácula lo llevó al encasillamiento y a una temprana decadencia. Su fuerte acento húngaro fue un exótico atractivo pero también un hándicap lingüístico que le mantuvo atado al cine de terror.

En 1882 tal día como hoy, 20 de octubre, nació Béla Ferenc Dezső Blaskó en la región de Lugos (hoy Lugoj), en aquella época parte de Transilvania y el Imperio Austrohúngaro, y actualmente de Rumanía.
Hijo del banquero István Blasko y de Paula de Vojnich y siendo el pequeño de cuatro hermanos, la familia disfrutaba de un gran nivel económico y una elevada posición social. Pero esta situación duró poco, pues cuando Bela tenía 12 años su padre murió y para evitar la ruina familiar tuvo que ponerse a trabajar: minero, peón, constructor de puentes... trabajos muy duros para un niño, pero afortunadamente la situación se estabilizó pronto y Bela pudo cumplir su sueño y estudiar interpretación, primero en su Lugos natal y después en Budapest, donde llegó a formar parte del Teatro Nacional.
A los 19 años ya era una gran estrella, utilizando Bela Lugosi (“Bela de Lugos”) como nombre artístico y habiendo interpretado ya a Hamlet, MacBeth, Romeo e incluso Jesucristo. Alternaba obras shakespearianas con dramas, papeles de galán (lo que era en la vida real, pues llegó a tener cinco esposas y numerosas amantes) y comedias, demostrando su amplio registro y su capacidad de enfrentarse con éxito a cualquier tipo de interpretación.

Durante la Primera Guerra Mundial fue teniente de infantería en el ejército austrohúngaro, combatiendo en el frente y sufriendo algunas heridas que jamás curarían completamente.
Al finalizar la guerra y disolverse el Imperio Bela continuó metido en política, siendo un gran activista de izquierdas y fundando el sindicato de actores.
En 1917 debutó en el cine con la película “Nászdal”, a la que seguirían una decena más en apenas dos años, pero los problemas políticos de su país le hicieron emigrar a Alemania, donde continuó actuando hasta que en 1921, cuando los inicios de lo que llegaría a ser el nazismo le obligaron a emigrar de nuevo, esta vez a los Estados Unidos.
Durante esos años su popularidad no había dejado de crecer, llegando a trabajar con F. W. Murnau o Michael Curtiz, pero al llegar a EEUU toda la fama que tenía en Europa no le sirvió de nada. Aún así Bela no se rindió y decidió luchar para tener una carrera como actor en América.
Pese a su marcado acento y sin dominar bien aún el inglés, poco a poco le fueron llegando papeles de teatro e incluso alguno en cine, pero siempre secundarios, de poca importancia y sin diálogo. Lo más destacable de esta etapa es su participación en la película “He who gets slapped” protagonizada por el enorme Lon Chaney.

Y a finales de los años 20 llegó su gran momento: consiguió el papel de Conde Drácula en la adaptación teatral de la famosa novela, y la obra tuvo un éxito arrollador.

Bela era el actor ideal para el papel, tanto por su físico como por su procedencia, y por una vez el acento le favorecía en su carrera. La obra estuvo en cartel mucho tiempo, se hicieron giras por todo el país representándola, y en años posteriores se recuperaría esporádicamente.

Con la llegada del cine sonoro a principios de los años 30 los estudios Universal decidieron llevar a la pantalla la historia de Drácula, pero no querían que la protagonziara Lugosi. A pesar de su gran éxito en el teatro, para el cine era un completo desconocido. La Universal quería a Lon Chaney, un actor ya consagrado y muy querido por el público, pero lamentablemente Chaney murió en 1930. Bela vio ahí su oportunidad, pero aún así seguían sin aceptarle. Intentaron contratar a Conrad Veidt (famoso por ser Cesare el sonámbulo en “El Gabinete del Doctor Caligari”) pero éste declinó la oferta.
Sabiendo lo ocurrido unos diez años atrás, cuando Murnau rodó “Nosferatu” sin tener los derechos de la novela de Bram Stoker y después tuvo que pagar una indemnización a la viuda del escritor, Lugosi, decidido a ganarse la confianza del estudio para conseguir el papel, comenzó a cartearse con la viuda de Stoker, y gracias a su labia y su galantería la convenció para que vendiera los derechos de la novela a la Universal, y encima a un precio irrisorio.
Finalmente, el estudio acabo accediendo y Bela Lugosi obtuvo el papel que le alzaría a la gloria, el de Conde Drácula en el film dirigido por Tod Browning en 1931.

Al igual que la obra de teatro la película fue un rotundo éxito, a pesar de su más que discutible calidad técnica: la restringida libertad creativa del director, los fallos de guión, los recortes de metraje y los problemas de continuidad en muchas secuencias. Tiene una ambientación y una fotografía magníficas, pero es constante la sensación de falta de presupuesto. Sin embargo, eso no impidió a Bela hacer una de las mejores actuaciones de su carrera, revolucionando el concepto de “malvado”. Hasta ese momento, todos los malos de las películas habían sido monstruos, seres deformes u hombres con expresión malévola que ya mostraba sus intenciones. Drácula no, Drácula era un galán, inteligente, cortés, elegante, nadie imaginaba el horror que se escondía detrás de un hombre tan apuesto y atento.

Tras este éxito, Bela se creció. Creyó que ahora podría empezar a demostrar lo que valía de verdad, por eso cuando le ofrecieron ser el monstruo de Frankenstein lo rechazó, alegando que no era digno de alguien de su nivel actuar en un papel sin diálogo y con maquillaje ocultando su rostro hasta dejarlo casi irreconocible. Pero el estudio encontró a otro actor, un semidesconocido que se hacía llamar Boris Karloff, y cuando la película “Frankenstein” tuvo un éxito igual o incluso mayor que Drácula... comenzó la decadencia para Lugosi.
Karloff era británico, de formas correctas y educadas, y pronunciaba bien. Lugosi era húngaro, pese a llevar más de diez años en América aún tenía problemas de dicción, y tenía bastante mal genio cuando algo no era de su agrado en algún proyecto. Por eso los estudios preferían tratar con Boris y poco a poco fueron dejando de lado a Bela, que se quedó encasillado en el cine de terror sin poder probar suerte en otros géneros. Aún así trabajo no le faltó, su fama todavía estaba ahí y siguió actuando, ya fuera para grandes estudios como en films más pequeños.
En 1932 interpretó al malvado Doctor Miracle en “Doble asesinato en la Rue Morgue”, a un hechicero creador de muertos vivientes en “White Zombie”, al enemigo de “Chandu el Mago”, protagonizó el thriller policiaco “El beso de la muerte”, y apareció brevemente en la genial “La Isla de las Almas Perdidas” como una de las criaturas del Doctor Moreau.
Durante el año siguiente realizaría algunas películas menores, y en 1934 llegó su primera aparición conjunta con Boris Karloff, “The Black Cat” (aquí traducida inexplicablemente como “Satanás”). En esta película Lugosi consigue hacer de galán normal, incluso de héroe, interpretando a un hombre en busca del asesino de su familia, que no es otro que Karloff.
A destacar la escena final en la que Bela despelleja sádicamente a Boris...
Ese año grabó una secuela de “Chandu el Mago” y al año siguiente trabajó de nuevo con Tod Browning en “La Marca del Vampiro”, un remake de “London After Midnight”, también de Browning.
En “El Cuervo” hizo su segunda aparición conjunta con Karloff. Bastante mejor que su predecesora, en esta Bela interpreta a un doctor frío, calculador y apasionado por las máquinas de tortura descritas en las obras de Edgar Allan Poe, mientras que Karloff es su deforme criado.

Volvieron a aparecer juntos en “El poder invisible”, en la que Bela ya tuvo un papel menor respecto a Karloff, y en “El Hijo de Frankenstein”, donde Boris hace de Monstruo por última vez y Lugosi interpreta al sirviente Ygor.

En esa época la estrella de Bela comenzó a apagarse. Su situación económica era realmente frágil, a pesar de que aún hacía giras de teatro con la obra Drácula y de que participaba en numerosas películas, pero casi todas pequeñas y de ínfima calidad (aunque ganaban mucho con su presencia, pues aun estando al borde de la ruina y trabajando con material de segunda siempre mantuvo su profesionalidad y entrega). En 1938 se vio incluso obligado a pedir dinero prestado cuando nació su único hijo, Bela G. Lugosi, para poder pagar el hospital...

A partir de aquí todo fueron vaivenes de popularidad hasta el descenso y el olvido casi definitivos. Pero esto lo veremos mañana.

martes, 14 de octubre de 2008

Hoy hablamos de... Jack Arnold

Hoy tenemos otro de nuestros pequeños homenajes a las grandes figuras, mejor o peor reconocidas, de la historia del cine.
Solo por haber dirigido esa maravilla que es La Criatura de la Laguna Negra y que en Panda de Tolos tanto idolatramos, Jack Arnold ya se merece estar aquí. Pero hizo más cosas, no por nada se le recuerda como el mejor director de ciencia ficción de los años 50...

Tal día como hoy, el 14 de octubre de 1916, Jack Arnold nació en New Haven, Connectitcut.
Estudió en Ohio, en la Universidad y en la Escuela de Arte Dramático.
Durante la Segunda Guerra Mundial se dedica a realizar documentales para el ejército americano, y poco después comienza a hacer también películas didácticas. Por uno de sus documentales (titulado “With these hands”) llegó a estar nominado al Oscar en 1950.
Inmediatamente es contratado por la Universal para dirigir cine.

Jack Arnold debuta en 1953 con una película de cine negro titulada “Girls in the night”, y ese mismo año ya se adentra en la ciencia ficción con “It Came from Outer Space” (en España “Vinieron del espacio” o “Llegó del más allá”), una adaptación de un relato de Ray Bradbury y que trataba de una invasión extraterrestre en pleno desierto de Arizona con un joven astrónomo como único testigo pero al que nadie cree.
It Came from Outer Space fue la primera película de la Universal rodada en 3D, una nueva técnica en la que los espectadores se ponían unas gafas especiales y veían la película con una innovadora sensación de profundidad.

A continuación Jack Arnold dirige el drama “The Glass Web” (“Ensayo dramático”), y en 1954 llega...

...La Criatura de la Laguna Negra.
“Creature from the Black Lagoon”
, titulada aquí “La Mujer y el Monstruo”, es la última de las grandes películas de terror de la Universal. En los 50 a la gente dejaban de interesarle los monstruos clásicos, ahora lo que estaba de moda era la ciencia ficción: historias del espacio exterior, bestias de otros tiempos devueltas a la vida, invasiones de seres extraterrestres y mutaciones monstruosas provocadas por accidentes nucleares (Godzilla es el más claro ejemplo). Con la Criatura de la Laguna Negra se intentaron juntar los dos estilos: el terror clásico con un monstruo de la prehistoria vivo en nuestros días. Y no funcionó nada mal.
Originalmente rodada también en 3D, en ella vemos a un grupo de científicos y exploradores en el Amazonas investigando fósiles, hasta que en lo más profundo de la selva descubren un ejemplar vivo de uno de esos seres prehistóricos, un monstruoso hombre anfibio. Tratarán de capturarlo vivo para poder estudiarlo, pero la Criatura conseguirá escapar llevándose consigo a una de las científicas, de la que parece haberse “enamorado” misteriosamente...
Un guión fantástico, una fotografía espectacular (sobre todo en las escenas subacuáticas), un ritmo que no decae y unas actuaciones sobresalientes hacen de esta película un clásico imprescindible.

El año siguiente, 1955, es un año muy prolífico para Jack Arnold. Rueda un western titulado “The Man from Bitter Ridge”, y después continúa la historia de la ya famosa Criatura con su secuela, “Revenge of the Creature” (“La Venganza de la Criatura de la Laguna Negra”).
En esta segunda parte otro grupo de científicos deciden volver al Amazonas para capturar vivo al hombre anfibio. Lo consiguen y encierran a la Criatura en un zoológico marino de Florida, pero poco después escapará, sembrando el caos por toda la ciudad.
Esta secuela no es tan magnífica como su predecesora, pero no deja de ser una muy buena y entretenida película, y desde luego es muchísimo mejor que la tercera y última de la saga, “The Creature walks among us” (“La Criatura camina entre nosotros”) dirgida en el 56 por John Sherwood y en la que la Criatura, tras sufrir graves quemaduras en un incendio, pierde capas de piel convirtiéndose casi en un ser humano...
Como curiosidad, “La Venganza de la Criatura” es el debut cinematográfico de un jovencísimo Clint Eastwood, que aparece brevemente en un laboratorio haciendo de científico.

Todavía en 1955 Arnold hace sus primeras incursiones en la televisión, dirigiendo cuatro capítulos de la serie Science Fiction Theatre. Además, sin acreditar y a modo de colaboración con el director Joseph Newman, también rueda algunas escenas de otro clasicazo de la ciencia ficción, “This Island Earth” (“Regreso a la Tierra”), en el que unos científicos construyen una máquina para contactar con extraterrestres y después serán “invitados” por ellos.
Y para terminar el año dirige “Tarantula”, de nuevo ambientada en un desierto es la historia de un científico que inventa una fórmula para que los animales crezcan más deprisa y acabar con el hambre en el mundo, pero unos incidentes en el laboratorio terminan con una araña gigante vagando y destruyendo el pueblo...

Durante el año siguiente dirigiría películas menores, pero en 1957 llegó la que para muchos es su obra maestra absoluta: “El Increíble Hombre Menguante”.

De crucero por el mar con su mujer, el protagonista se ve envuelto en una extraña neblina radiactiva. No le da más importancia al hecho, pero de vuelta a casa comienza misteriosamente a encoger día a día hasta quedar reducido al tamaño de una mosca.
En esa situación verá el mundo como un lugar completamente diferente, en el que deberá tener cuidado de no ser pisado por su propia esposa, de que no se lo coma el gato, de no caerse bajando un altísimo escalón y, sobre todo, en el que se encontrará terriblemente solo.
Con unos efectos especiales impresionantes, la película camina entre el drama y el terror de manera magistral, llevando al director a su cima artística, pues El Increíble Hombre Menguante fue su última gran obra.

Tras varias películas menores a finales del 57 y dos sonados fracasos comerciales en 1958 (“The Space Children” y “Monster on the Campus”) la carrera cinematográfica de Jack Arnold se vio truncada. Quedó relegado a la dirección de capítulos de series, y aunque esporádicamente volvió al largometraje, fue en la televisión donde trabajó y se hizo un amplio y abundante currículum hasta su retirada a principios de los 80.
Y finalmente, el 17 de marzo de 1992, Jack Arnold fallecía de arteriosclerosis en Los Ángeles.

A pesar de su relativamente corta carrera en el cine, Jack Arnold nos dejó un puñado de grandes películas a las que podemos dar varias visiones diferentes y con temas que aún hoy siguen vigentes.

sábado, 11 de octubre de 2008

Lo que se siente

Hoy os traemos la nueva cosa de Panda de Tolos, llamada Lo que se siente:



jueves, 9 de octubre de 2008

Panda de Tolos en Las Horas Perdidas

Las Horas Perdidas, una de las webs de cine más importantes de este país, ha puesto hoy una crítica de nuestro corto "Me quedé aquí". Podéis leerla aquí.
Muchas gracias a la gente de LHP, en especial a Rafa Martín, autor de la crítica.

lunes, 6 de octubre de 2008

Hoy hablamos de... Tod Browning (y 2)

Continuamos con este pequeño homenaje a Tod Browning con motivo del aniversario de su muerte. Ayer os contaba su juventud y sus inicios en el cine, hoy veremos su ascenso a la fama y su posterior decadencia.

A finales de los años 20 se comenzó a producir cine sonoro (y, curiosidad, precisamente hoy también es aniversario del estreno de la primera película con fragmentos sonoros: fue “El Cantante de Jazz” protagonizada por Al Jolson y estrenada el 6 de octubre de 1927. No era completamente hablada, pero tenía canciones cantadas y fragmentos de diálogo. La primera película 100 % sonora fue al año siguiente “Luces de Nueva York”).
En apenas tres años el cine mudo murió y el sonoro se estableció completamente.

En 1931 la Universal contrata a Tod Browning para que adapte a la pantalla la historia de Drácula. Lon Chaney había muerto el año anterior, así que el actor encargado de interpretar al famoso vampiro fue el húngaro Bela Lugosi, que ya destacaba por interpretar el mismo papel en la obra teatral de Broadway.
En taquilla la película fue éxito absoluto, y con ella Bela Lugosi se lanzó definitivamente al estrellato (y a un triste encasillamiento), pero en verdad ni Browning ni la Universal quedaron plenamente contentos. Al haber poco presupuesto el estudio restringió mucho la libertad creativa del director: le entregaron un guión lleno de diálogos, y Browning prefería que se hablara menos y la acción se basara más en la actuación de los personajes, al estilo del cine mudo. Además, dicho guión no adaptaba directamente la novela de Bram Stoker, sino que era una adaptación de la obra de teatro, por lo que el argumento respecto a la novela original cambió bastante. Y eso, unido a los recortes de metraje por la falta de fondos, hicieron que la historia de la película sufriera problemas de continuidad.
A pesar de todo Browning se las ingenió para meter sus pequeños toques bizarros, como unos armadillos pululando por el castillo o primeros planos de cucarachas, pero la falta de medios y de presupuesto dañaron el resultado final de la película.
Lo mejor de esta cinta fue que abrió la puerta para todas las que vinieron después: gracias al éxito que tuvo se pudo desarrollar enormemente el género del cine de terror durante los años 30 y 40, pero Drácula, a pesar de su magnífica ambientación y fotografía, es un gran clásico pero no es ni de lejos la mejor película de Tod Browning.

Tras rodar Drácula hizo un pequeño drama titulado “Iron Man”, y en 1932 retomó una vez más el tema del circo para (en mi opinión) alcanzar la cumbre con “Freaks”, aquí titulada “La Parada de los Monstruos”.
Los freaks, en inglés “rarezas” o “fenómenos”, son un conjunto de personajes/atracciones del circo de la época: la mujer barbuda, un hombre sin piernas, los cabezas de chorlito, enanos, el hombre-torso (un hombre sin brazos ni piernas), diversos discapacitados físicos y mentales, el hermafrodita (mitad hombre mitad mujer)... todos aquellos seres rechazados por la sociedad y que como único medio de ganarse la vida acababan en el circo formando una especie de zoológico humano y viviendo a costa de las burlas de la “gente normal” que pagaba por verlos.
La película cuenta una “historia de amor” (si la habéis visto entenderéis las comillas) entre una humana “normal” y uno de esos freaks y el conflicto que se produce en el circo entre ambos “bandos”.
El problema de esta película (que en realidad es su mayor virtud) es que Tod Browning dio rienda suelta a sus gustos por lo macabro y lo monstruoso y para los papeles del grupo de freaks lo que hizo fue contratar a auténticos freaks de feria, nada de actores disfrazados o maquillados, sino verdaderos “fenómenos” de circo interpretándose a sí mismos en lo que era el día a día de una feria. Y para colmo, representó a estos monstruitos con ideas y sentimientos mucho más humanos que los propios humanos “normales” que salían en la película.
(Esto se llama: tenerlos cuadrados, Tod).
Hoy en día puede parecer una tontería (y más cuando se ven imágenes mucho peores sin ir más lejos en los telediarios) pero en aquella época fue todo un escándalo: contar un “romance” de esa clase, mostrar de manera tan natural a unos seres tan repulsivos, y encima, dotarlos de nobleza y sentimientos. La película provocó un rechazo general e inmediato y se convirtió en un fracaso total de taquilla.
Tuvieron que pasar por lo menos 30 años para que la cinta fuera rescatada y proyectada en un festival y el público comenzara a apreciarla.


Tras el batacazo de Freaks la carrera de Browning se iba a pique. Volvieron los problemas de alcoholismo (si es que alguna vez se fueron) y el director se hundió en la desconfianza.

Unos años después, algo recuperado, rodó un remake de su película del 27 “London After Midnight”, cambiando el título por “La Marca del Vampiro” y con Bela Lugosi haciendo del vampiro que años atrás había interpretado Lon Chaney, aunque casi repitió su papel como Drácula.
Tras esto dirigió en 1936 “Muñecos Infernales”, un drama con unos protagonistas atormentados y bastante complejos, en el estilo habitual de Browning, y con unos trucos de cámara y unos efectos especiales muy elaborados para la época.

Parecía que su carrera remontaba, pero desgraciadamente su siguiente película fue la última: en 1939 dirigió “Milagros en venta”, un thriller policíaco con toques de magia e ilusionismo.
Durante un par de años más siguió trabajando en el mundo del cine, pero haciendo tareas pequeñas y de poca importancia, hasta que finalmente en 1942 se retiró de manera definitiva, mudándose con su mujer a una casita en Malibú, una zona costera a las afueras de Los Ángeles.
Dos años después su mujer fallecía, y Tod Browning pasó el resto de sus días solitario y ansiando únicamente que a él también le llegara su hora.

Y así vivió unos 20 años, hasta que tal día como hoy, el 6 de octubre de 1962, Tod Browning moría por, cosas de la vida, la misma causa que su actor fetiche y amigo Lon Chaney, por un cáncer de laringe.
Lo más dramático de todo es que al año siguiente de su muerte se rescató y proyectó “Freaks” en el Festival de Cine de Venecia, y Browning no llegó a ver cómo se empezó de verdad a apreciar el verdadero valor de su película, convirtiéndose en el film de culto que es actualmente (y aún así, es una película que hoy en día, en estos tiempos que corren de “lo políticamente correcto”, nadie se atrevería a hacer).

Tod Browning no tuvo una vida fácil, pero tenía unas cualidades que supo aprovechar y explotar, y aun con todo, es admirable que durante su carrera nunca dejara de luchar por lograr hacer lo que quería: transmitir emociones, ya fuera en el jardín de su casa o a través de sus magnéticas películas.

domingo, 5 de octubre de 2008

Hoy hablamos de... Tod Browning (1)

Hoy no toca hablar de Panda de Tolos. Hoy comienzo una serie de homenajes hacia grandes figuras más o menos reconocidas del séptimo arte, personajes a los que admiro y a los que quiero rendir un pequeño tributo desde aquí.

Por ser mañana el aniversario de su muerte, en este primer homenaje voy a hablaros de Tod Browning.


Tod Browning
fue un actor y director que vivió desde finales del XIX hasta mediados del siglo XX. Creció a la par que el cine, empezó a trabajar en él cuando despegaba la industria, y más tarde se adaptó como pocos al gran cambio: el paso del cine mudo al sonoro.

Nació en Kentucky como Charles Albert Browning, Jr. el 12 de julio de 1880, y ya desde niño mostró aptitudes artísticas: cantaba en el coro de la iglesia, destacando entre los demás, y representaba en el jardín de su casa para sus vecinos piezas musicales y pequeñas obras de teatro escritas por él, al principio gratis, luego cobrando canicas, y finalmente centavos.
Ya un poco más mayor se matriculó en el instituto, pero no llegó a graduarse. A los 16 años se enamoró de una bailarina gitana que actuaba en el circo y acabó fugándose con ellos. Se autorrenombró Tod y lo dejó todo atrás para irse a recorrer Estados Unidos de feria en feria con el circo, haciendo un poco de todo: desde simple presentador de las atracciones hasta acróbata o ilusionista, lo que fuera, era dinero fácil trabajando en lo que le gustaba.
Pero su número más famoso era el de cadáver viviente. Haciéndose el muerto le enterraban vivo en un ataúd (trucado con un sistema de ventilación y con un compartimento para bombones de chocolate) para al día siguiente exhumar el féretro y comprobar cómo “volvía a la vida” ante la atónita mirada del público. Y así una ciudad tras otra durante años, horas y horas sepultado bajo tierra que Browning aprovechaba para meditar, teniendo una intensa y enorme actividad cerebral con la que desarrolló plenamente su creatividad.

Años después fue presentador de un vodevil en Nueva York, y allí conoció a D. W. Griffith, un famoso director, que en 1913 le introdujo en el mundillo del cine como actor dándole pequeños papeles en sus comedias.
Esto le dio la oportunidad un par de años después de empezar a dirigir sus propios cortometrajes.

En 1916 sufrió un grave accidente. Conducía un coche con dos amigos y, se dice que a causa de sus problemas de alcoholismo, se estrellaron contra un vagón de tren cargado con raíles para las vías. Uno de sus amigos perdió la vida, y el otro y Tod sufrieron fuertes heridas. Browning en concreto perdió casi toda la dentadura (tuvo que ponerse una prótesis dental y dejarse bigote para tapar una horrible cicatriz) y se quedó con una cojera para el resto de su vida.

Al año siguiente, ya recuperado (aunque nunca se llegó a recuperar completamente, sobre todo de la muerte de su amigo) Tod Browning dirigía su primer largometraje, titulado “Jim Bludso”.
Aunque con Griffith había actuado en comedias, como director desde el principio se interesó más por el drama, el cine negro, la oscuridad, los monstruos y las deformidades (físicas... o no).
Y conoció a Lon Chaney, “el Hombre de las Mil Caras”, que con el tiempo se convirtió en su actor fetiche, trabajaron juntos en numerosas ocasiones ya que tenían muchos intereses y aficiones en común. Por muy macabro o atormentado que fuera un personaje creado por Browning, Chaney siempre aceptaba gustoso, era un actor que lo daba todo, llegando incluso a sacrificar su integridad física por dar realismo a sus interpretaciones.

De sus múltiples colaboraciones destaco “El Trío Fantástico” (1925), donde Lon Chaney es el cabecilla de una banda de ladrones que de día son artistas de circo y de noche saquean las casas de la gente rica para robar joyas, “London After Midnight” (1927), película en la que Chaney interpretaba a un falso vampiro y que hoy en día está desaparecida ya que solo se conservan el guión y fotogramas sueltos, y “Garras Humanas” (1927), que sinceramente es una de las mejores películas que he visto nunca, y cuenta la historia de Alonzo (Chaney), un hombre sin brazos que trabaja en el circo y que para intentar conseguir el amor de su compañera Nanon (Joan Crawford) llega a... no os cuento más. Vedla.

Y así, llegamos a la década de los 30 y a la aparición del cine sonoro. En estos años llegarían Drácula, los Freaks, y el auge y la decadencia de este director... pero todo esto os lo contaré mañana, en la segunda parte del homenaje a Tod Browning.