domingo, 5 de octubre de 2008

Hoy hablamos de... Tod Browning (1)

Hoy no toca hablar de Panda de Tolos. Hoy comienzo una serie de homenajes hacia grandes figuras más o menos reconocidas del séptimo arte, personajes a los que admiro y a los que quiero rendir un pequeño tributo desde aquí.

Por ser mañana el aniversario de su muerte, en este primer homenaje voy a hablaros de Tod Browning.


Tod Browning
fue un actor y director que vivió desde finales del XIX hasta mediados del siglo XX. Creció a la par que el cine, empezó a trabajar en él cuando despegaba la industria, y más tarde se adaptó como pocos al gran cambio: el paso del cine mudo al sonoro.

Nació en Kentucky como Charles Albert Browning, Jr. el 12 de julio de 1880, y ya desde niño mostró aptitudes artísticas: cantaba en el coro de la iglesia, destacando entre los demás, y representaba en el jardín de su casa para sus vecinos piezas musicales y pequeñas obras de teatro escritas por él, al principio gratis, luego cobrando canicas, y finalmente centavos.
Ya un poco más mayor se matriculó en el instituto, pero no llegó a graduarse. A los 16 años se enamoró de una bailarina gitana que actuaba en el circo y acabó fugándose con ellos. Se autorrenombró Tod y lo dejó todo atrás para irse a recorrer Estados Unidos de feria en feria con el circo, haciendo un poco de todo: desde simple presentador de las atracciones hasta acróbata o ilusionista, lo que fuera, era dinero fácil trabajando en lo que le gustaba.
Pero su número más famoso era el de cadáver viviente. Haciéndose el muerto le enterraban vivo en un ataúd (trucado con un sistema de ventilación y con un compartimento para bombones de chocolate) para al día siguiente exhumar el féretro y comprobar cómo “volvía a la vida” ante la atónita mirada del público. Y así una ciudad tras otra durante años, horas y horas sepultado bajo tierra que Browning aprovechaba para meditar, teniendo una intensa y enorme actividad cerebral con la que desarrolló plenamente su creatividad.

Años después fue presentador de un vodevil en Nueva York, y allí conoció a D. W. Griffith, un famoso director, que en 1913 le introdujo en el mundillo del cine como actor dándole pequeños papeles en sus comedias.
Esto le dio la oportunidad un par de años después de empezar a dirigir sus propios cortometrajes.

En 1916 sufrió un grave accidente. Conducía un coche con dos amigos y, se dice que a causa de sus problemas de alcoholismo, se estrellaron contra un vagón de tren cargado con raíles para las vías. Uno de sus amigos perdió la vida, y el otro y Tod sufrieron fuertes heridas. Browning en concreto perdió casi toda la dentadura (tuvo que ponerse una prótesis dental y dejarse bigote para tapar una horrible cicatriz) y se quedó con una cojera para el resto de su vida.

Al año siguiente, ya recuperado (aunque nunca se llegó a recuperar completamente, sobre todo de la muerte de su amigo) Tod Browning dirigía su primer largometraje, titulado “Jim Bludso”.
Aunque con Griffith había actuado en comedias, como director desde el principio se interesó más por el drama, el cine negro, la oscuridad, los monstruos y las deformidades (físicas... o no).
Y conoció a Lon Chaney, “el Hombre de las Mil Caras”, que con el tiempo se convirtió en su actor fetiche, trabajaron juntos en numerosas ocasiones ya que tenían muchos intereses y aficiones en común. Por muy macabro o atormentado que fuera un personaje creado por Browning, Chaney siempre aceptaba gustoso, era un actor que lo daba todo, llegando incluso a sacrificar su integridad física por dar realismo a sus interpretaciones.

De sus múltiples colaboraciones destaco “El Trío Fantástico” (1925), donde Lon Chaney es el cabecilla de una banda de ladrones que de día son artistas de circo y de noche saquean las casas de la gente rica para robar joyas, “London After Midnight” (1927), película en la que Chaney interpretaba a un falso vampiro y que hoy en día está desaparecida ya que solo se conservan el guión y fotogramas sueltos, y “Garras Humanas” (1927), que sinceramente es una de las mejores películas que he visto nunca, y cuenta la historia de Alonzo (Chaney), un hombre sin brazos que trabaja en el circo y que para intentar conseguir el amor de su compañera Nanon (Joan Crawford) llega a... no os cuento más. Vedla.

Y así, llegamos a la década de los 30 y a la aparición del cine sonoro. En estos años llegarían Drácula, los Freaks, y el auge y la decadencia de este director... pero todo esto os lo contaré mañana, en la segunda parte del homenaje a Tod Browning.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy interesante. Sigue, David, que esto es para aprender.

Iago Morais dijo...

Mañana lo leo en madrid xk me he ido a tomar licorca y ando muy pedo.. Solo te anuncio que llevo tres sorpresas para ti, que son en forma de fotografia, en forma de propuesta y en forma de pene.

Ágeda Muñoz

David Francisco dijo...

¡Qué grandísimo honor! ¡Doña Águeda Muñoz en el blog!
¿Cómo le va todo, querida señora? ¿Cómo van esas mediciones?
Espero que vayan por buen camino, y que aún no haya llegado usted al mar. No quiero adelantar acontecimientos.
Le cuento que por aquí seguimos todos muy bien, fusionando imagenes y verbos en un solo dominio mecagoenlaputa.
Su marido está bien, me visita también a menudo. Ya va asimilando lo de su lesbianismo, aunque fue un duro golpe.
Espero ansioso su regreso a la España profunda con esos presentes que dice me traerá. Especialmente la fotojrafía (de ellas en la mesilla de noche muchas más había).
Reciba desde Panda de Tolos un cálido abrazo.