A finales de los años 20 se comenzó a producir cine sonoro (y, curiosidad, precisamente hoy también es aniversario del estreno de la primera película con fragmentos sonoros: fue “El Cantante de Jazz” protagonizada por Al Jolson y estrenada el 6 de octubre de 1927. No era completamente hablada, pero tenía canciones cantadas y fragmentos de diálogo. La primera película 100 % sonora fue al año siguiente “Luces de Nueva York”).
En apenas tres años el cine mudo murió y el sonoro se estableció completamente.
En 1931 la Universal contrata a Tod Browning para que adapte a la pantalla la historia de Drácula. Lon Chaney había muerto el año anterior, así que el actor encargado de interpretar al famoso vampiro fue el húngaro Bela Lugosi, que ya destacaba por interpretar el mismo papel en la obra teatral de Broadway.
En taquilla la película fue éxito absoluto, y con ella Bela Lugosi se lanzó definitivamente al estrellato (y a un triste encasillamiento), pero en verdad ni Browning ni la Universal quedaron plenamente contentos. Al haber poco presupuesto el estudio restringió mucho la libertad creativa del director: le entregaron un guión lleno de diálogos, y Browning prefería que se hablara menos y la acción se basara más en la actuación de los personajes, al estilo del cine mudo. Además, dicho guión no adaptaba directamente la novela de Bram Stoker, sino que era una adaptación de la obra de teatro, por lo que el argumento respecto a la novela original cambió bastante. Y eso, unido a los recortes de metraje por la falta de fondos, hicieron que la historia de la película sufriera problemas de continuidad.
A pesar de todo Browning se las ingenió para meter sus pequeños toques bizarros, como unos armadillos pululando por el castillo o primeros planos de cucarachas, pero la falta de medios y de presupuesto dañaron el resultado final de la película.
Lo mejor de esta cinta fue que abrió la puerta para todas las que vinieron después: gracias al éxito que tuvo se pudo desarrollar enormemente el género del cine de terror durante los años 30 y 40, pero Drácula, a pesar de su magnífica ambientación y fotografía, es un gran clásico pero no es ni de lejos la mejor película de Tod Browning.
Tras rodar Drácula hizo un pequeño drama titulado “Iron Man”, y en 1932 retomó una vez más el tema del circo para (en mi opinión) alcanzar la cumbre con “Freaks”, aquí titulada “La Parada de los Monstruos”.
Los freaks, en inglés “rarezas” o “fenómenos”, son un conjunto de personajes/atracciones del circo de la época: la mujer barbuda, un hombre sin piernas, los cabezas de chorlito, enanos, el hombre-torso (un hombre sin brazos ni piernas), diversos discapacitados físicos y mentales, el hermafrodita (mitad hombre mitad mujer)... todos aquellos seres rechazados por la sociedad y que como único medio de ganarse la vida acababan en el circo formando una especie de zoológico humano y viviendo a costa de las burlas de la “gente normal” que pagaba por verlos.
La película cuenta una “historia de amor” (si la habéis visto entenderéis las comillas) entre una humana “normal” y uno de esos freaks y el conflicto que se produce en el circo entre ambos “bandos”.
El problema de esta película (que en realidad es su mayor virtud) es que Tod Browning dio rienda suelta a sus gustos por lo macabro y lo monstruoso y para los papeles del grupo de freaks lo que hizo fue contratar a auténticos freaks de feria, nada de actores disfrazados o maquillados, sino verdaderos “fenómenos” de circo interpretándose a sí mismos en lo que era el día a día de una feria. Y para colmo, representó a estos monstruitos con ideas y sentimientos mucho más humanos que los propios humanos “normales” que salían en la película.
(Esto se llama: tenerlos cuadrados, Tod).
Hoy en día puede parecer una tontería (y más cuando se ven imágenes mucho peores sin ir más lejos en los telediarios) pero en aquella época fue todo un escándalo: contar un “romance” de esa clase, mostrar de manera tan natural a unos seres tan repulsivos, y encima, dotarlos de nobleza y sentimientos. La película provocó un rechazo general e inmediato y se convirtió en un fracaso total de taquilla.
Tuvieron que pasar por lo menos 30 años para que la cinta fuera rescatada y proyectada en un festival y el público comenzara a apreciarla.
Tras el batacazo de Freaks la carrera de Browning se iba a pique. Volvieron los problemas de alcoholismo (si es que alguna vez se fueron) y el director se hundió en la desconfianza.
Unos años después, algo recuperado, rodó un remake de su película del 27 “London After Midnight”, cambiando el título por “La Marca del Vampiro” y con Bela Lugosi haciendo del vampiro que años atrás había interpretado Lon Chaney, aunque casi repitió su papel como Drácula.
Tras esto dirigió en 1936 “Muñecos Infernales”, un drama con unos protagonistas atormentados y bastante complejos, en el estilo habitual de Browning, y con unos trucos de cámara y unos efectos especiales muy elaborados para la época.
Parecía que su carrera remontaba, pero desgraciadamente su siguiente película fue la última: en 1939 dirigió “Milagros en venta”, un thriller policíaco con toques de magia e ilusionismo.
Durante un par de años más siguió trabajando en el mundo del cine, pero haciendo tareas pequeñas y de poca importancia, hasta que finalmente en 1942 se retiró de manera definitiva, mudándose con su mujer a una casita en Malibú, una zona costera a las afueras de Los Ángeles.
Dos años después su mujer fallecía, y Tod Browning pasó el resto de sus días solitario y ansiando únicamente que a él también le llegara su hora.
Y así vivió unos 20 años, hasta que tal día como hoy, el 6 de octubre de 1962, Tod Browning moría por, cosas de la vida, la misma causa que su actor fetiche y amigo Lon Chaney, por un cáncer de laringe.
Lo más dramático de todo es que al año siguiente de su muerte se rescató y proyectó “Freaks” en el Festival de Cine de Venecia, y Browning no llegó a ver cómo se empezó de verdad a apreciar el verdadero valor de su película, convirtiéndose en el film de culto que es actualmente (y aún así, es una película que hoy en día, en estos tiempos que corren de “lo políticamente correcto”, nadie se atrevería a hacer).
Tod Browning no tuvo una vida fácil, pero tenía unas cualidades que supo aprovechar y explotar, y aun con todo, es admirable que durante su carrera nunca dejara de luchar por lograr hacer lo que quería: transmitir emociones, ya fuera en el jardín de su casa o a través de sus magnéticas películas.
1 comentario:
¿Se podría hacer una película como freaks hoy en día con ese casting?
O las asociaciones en defensa de "queseyo" pondrían el grito en el cielo.
Eso si, si es un actor haciendo de retrasado, autista, esquizofrenico...etc, seguro que le dan el oscar.
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