miércoles, 9 de febrero de 2011

La conversión de los santos

Pero hace dos veranos ya acaeció que, yendo nuestro camino por las calles de Allariz, el cielo oscureció repentinamente y las nubes se abrieron (porque aunque era verano estaba nublado, pues 'miña terra galega donde el cielo es siempre gris') a un único rayo lumínico, que incidió sobre nosotros. Cual San Pablo del caballo, caímos al suelo fulminados, envueltos en luz, cegados por la potencia de la misma, y oímos una voz que nos decía: '¿por qué me hacéis fotos?', y respondimos: 'porque queremos tenerte', y la voz nos dijo: 'Soy (...), y vuestra seré algún día'. Los que estaban con nosotros vieron la luz, pero no oyeron la voz que nos hablaba. Dijimos: '¿y qué hemos de hacer?'. Mas no hubo más respuesta. (Del libro Hechos de los apóstolos)
Acabábamos de quedarnos aquí, y el mensaje tardó en madurar hasta llegar hasta aquí. Y aún sigue fluyendo. No dejamos de buscarla desde entonces, desde antes de los viajes, de la intercambiabilidad, del espectro. Desde antes de la desilusión, del porcinismo. Y todo sin saber qué.

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